30 abril 2012

JOSÉ EL PRÍNCIPE DE LOS SUEÑOS:
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José era el hijo favorito de su padre, Jacob porque era hijo de su amada Raquel. Jacob tenía siempre muchas atenciones con José, por eso sus hermanos le tenían envidia. Un día Jacob le regaló una hermosa túnica de colores. José estaba feliz.



 A veces les contaba extraños sueños como éste:
 “Estábamos todos los hermanos en el campo atando gavillas de espigas cuando vi que se levantaba mi gavilla y se tenía en pie, y los vuestros lo rodeaban y se inclinaban ante el mío, adorándole” Ellos le contestaban: “¿Es que vas a reinar sobre nosotros y vas a dominarnos?”
Otro día les decía: “mirad, he tenido otro sueño, he visto que el sol, la luna y once estrellas me adoraban” Ellos pensaban: “¡Qué soberbio!”. En el fondo le detestaban.
Un día, su padre le envió al campo para ver si todos sus hermanos, que estaban cuidando el ganado, se encontraban bien. 

Cuando lo vieron acercarse dijeron: “Aquí viene el soñador, vamos a matarle y lo arrojaremos a uno de estos pozos y diremos que le ha devorado una fiera; así veremos de qué le sirven sus sueños” 
Pero Rubén, que era el mayor y quería salvarle dijo: “No lo matéis, arrojadle en ese pozo que no tiene agua” Sus hermanos lo apresaron, le quitaron la túnica de colores que le había regalado su padre, y lo arrojaron al pozo. Después se pusieron a comer tranquilamente.

Pasó por allí una caravana de camellos que se dirigía a Egipto y entonces Judá, otro de sus hermanos, preocupado por José y temiendo que muriera tuvo una idea mejor: “Vamos a vendérselo a esos mercaderes, pues al fin y al cabo es de nuestra misma carne y dentro del pozo se morirá sin remedio”
Todos estuvieron de acuerdo y lo vendieron por veinte monedas de plata. 

José fue llevado como esclavo al país de Egipto.

Luego tomaron la túnica que le habían quitado y la mancharon con sangre de un cabrito, y cuando llegaron a su casa dijeron a su padre: “A José le ha devorado una fiera”
Cuando Jacob reconoció la túnica de su hijo y la vio manchada de sangre, creyó la historia y lloró y se entristeció muchísimo pues quería a José con todo su corazón.

 Contesta las siguientes preguntas

 ¿Quién era José?

Jacob amó a José mas que a todos sus hijos ¿Qué regalo especial le hizo jacob?

¿Qué significaban los sueños que tuvo José?

¿Por qué los hermanos de José conspiraron para matarle?

¿Qué hicieron sus hermanos cuando vieron que José llegaba?

¿Cuál fue el precio por el que vendieron a José?

¿Qué creyó José cuando vió la ropa de José?

¿Por qué crees que José tenía tanta cercanía con Dios?

¿Por qué prosperaba todo lo que hacía José?

¿Crees que era trabajador, o esperaba que Dios le solucionase las cosas sin trabajar?

¿Crees que sería triste o alegre?

¿Qué tendría José que inspiraba tanta confianza a Potifar, al carcelero, al faraón…?

¿Cómo se comportaría José a la hora de repartir el trigo a los necesitados en los años de hambre?

LA HISTORIA DE JOSÉ 2. JOSÉ EN EGIPTO

Al llegar a Egipto los mercaderes vendieron a José al ministro del faraón y jefe de la guardia que se llamaba Potifar. José entró al servicio de Potifar y, enseguida, éste comprobó que todo lo que hacía José prosperaba muy rápidamente porque Dios le favorecía, de tal modo que le nombró mayordomo de toda su casa y estaba muy contento con él.


Pero la mujer de Potifar acusó falsamente a José de pretender atraerla 


y Potifar lo metió en la cárcel donde estaban encerrados los prisioneros del faraón.


 Dios favoreció también a José dentro de la cárcel y todo lo que hacía igualmente prosperaba, por eso el jefe de la cárcel le encargaba muchas cosas y tenía mas confianza en él que en los otros presos.



Y sucedió que, por aquel tiempo, fueron encarcelados el jefe de los coperos y el jefe de los panaderos del faraón y llevados a la misma cárcel donde se encontraba José. Una noche tuvieron ambos un extraño sueño, cada uno tuvo un sueño diferente. 

José los encontró tristes por la mañana y les preguntó: “¿Por qué tenéis tan mala cara?” Ellos le contestaron: “Hemos tenido un sueño y no hay quien nos lo interprete”. José les dijo:” ¿No es de Dios la interpretación de los sueños?; contádmelos a mí si queréis” 

 El jefe de los coperos le contó: “En mi sueño tenía ante mí una vid con tres sarmientos que estaban como echando brotes, subían y florecían y maduraban sus racimos. Tenía en mis manos la copa del faraón, y tomando los racimos los exprimía en la copa del faraón y la puse en sus manos”. José le dijo: “Esta es la interpretación de tu sueño: Dentro de tres días el faraón te devolverá tu trabajo de copero y podrás volver a poner la copa en sus manos como hacías antes” y añadió: “Acuérdate de hablar bien de mí al faraón para que me saque de la cárcel pues he sido injustamente condenado”. 

También el jefe de los panaderos le contó a José su sueño: “Llevaba yo sobre mi cabeza tres cestos de pan blanco, sobre el que estaba arriba había toda clase de sabrosas pastas de las que hacemos los panaderos para el faraón, y venían las aves del cielo y se las comían”.  José contestó diciendo: “Dentro de tres días te quitará el faraón la cabeza y te colgará de un árbol, y las aves del cielo comerán tu carne”. Este era un castigo terrible para un egipcio pues pensaban que debían conservar su cuerpo entero después de la muerte para entrar en la eternidad.

Y todo sucedió todo tal como José dijo: Al tercer día celebró el faraón su cumpleaños y ordenó traer ante sí al copero y al panadero, perdonando al primero y condenando a muerte al segundo.

Pasaron dos largos años y nadie se acordaba de José, pero un buen día el faraón tuvo también un extraño sueño, luego se volvió a dormir y tuvo otro sueño. Preocupado, hizo llamar a todos los adivinos y sabios de Egipto para que le interpretaran su significado, pero ninguno fue capaz de hacerlo. 

Fue entonces cuando el jefe de los coperos se acordó de José e hizo saber al faraón cómo éste había acertado al explicar los sueños que habían tenido él y el jefe de los panaderos. 

Mandó pues el faraón llamar a José, y apresuradamente le sacaron de la prisión. Se afeitó, se cortó el pelo, se cambió de ropa y se presentó ante el faraón. Éste le dijo: “He oído decir de ti que en cuanto oyes un sueño lo interpretas, ¿es cierto?”. José respondió: “No soy yo; es Dios quien dará una respuesta favorable al faraón”.



El faraón relató su sueño: “Este es mi sueño: Estaba yo en la orilla del río y vi subir del río siete vacas gordas y hermosas que se pusieron a pacer en la hierba. Detrás de ellas subieron otras siete vacas tan flacas como yo jamás he visto en toda la tierra de Egipto. Las siete vacas flacas se comieron a las gordas pero seguían siendo tan flacas y feas como al principio.



Vi también en sueños que salían de una misma caña siete espigas llenas de granos de trigo y muy hermosas, y después de ellas salían otras siete espigas malas y sin granos; las siete espigas malas devoraron a las siete hermosas”. 

José tomó la palabra y dijo: “Dios ha dado a conocer al faraón lo que va a hacer: Las siete vacas gordas son siete años y las siete espigas hermosas también son esos mismos siete años; el sueño es, en realidad, uno solo. Las siete vacas flacas y las espigas malas son otros siete años.




Habrá en Egipto siete años de gran abundancia, y detrás de ellos vendrán otros siete años de gran escasez y de hambre en toda esta tierra. Al haber soñado dos veces sobre este mismo asunto, Dios te está advirtiendo que ocurrirá muy pronto, así, pues, el faraón deberá buscar a un hombre inteligente y sabio, y ponerlo al frente de la tierra de Egipto; deberá guardar una quinta parte de toda la cosecha que se recoja en los siete años de abundancia para poder consumirla en los años de escasez y no muera la gente de hambre durante ese tiempo”

El faraón quedó impresionado por la interpretación que le dio José a su sueño y exclamó: “¿Podríamos encontrar acaso otro hombre como este, lleno del espíritu de Dios?”, y añadió: “Tú serás quien gobierne mi casa, y todo mi pueblo te obedecerá; sólo el faraón será mayor que tú, te pongo al frente de toda la tierra de Egipto”.

 A continuación se quitó el anillo y lo puso en la mano de José; hizo que lo vistieran con blancas vestiduras de lino y rodeó su cuello con un collar de oro.



José tenía treinta años cuando sucedieron estas cosas. Se casó y tuvo dos hijos a los que llamó Manasés y Efraím. 

Durante los siete años de abundancia recorrió todo Egipto y fue almacenando trigo y alimentos en cada ciudad del reino según lo que cada una producía. José llegó a reunir tanto trigo que ya no lo podían contar. 



Tras los siete primeros años de abundancia vinieron los siete de escasez, como lo había anunciado José; y hubo hambre en toda aquella tierra y en los países de alrededor, pero en Egipto no faltaba el pan; y si el pueblo acudía al faraón pidiendo ayuda, éste les respondía: “Acudid a José y haced lo que él os diga”. 




Fueron avanzando esos siete años y el hambre aumentaba, no solo en Egipto sino en todas las tierras cercanas y también lejanas. José iba dando orden de abrir los graneros y vendía trigo al pueblo egipcio y a los que venían de fuera.




El hambre también llegó a la tierra de Canaán donde vivía Jacob el padre de José y todos sus hermanos. Al saber que había trigo en Egipto decidieron partir hacia allá diez de los hermanos de José animados por los consejos de su padre. Se quedó en casa Benjamín, el más pequeño, por temor de que le sucediera alguna desgracia. 

Llegaron los hijos de Jacob a Egipto con otros muchos que venían a comprar trigo, pues había hambre por todos los lugares. Como José era el jefe de la tierra y el que vendía el trigo a cuantos venían a comprarlo, los hermanos de José entraron, y se postraron ante él rostro en tierra. Se habían cumplido los sueños que José había tenido de joven.

Contesta las siguientes preguntas.

1. Cuando llegó José a Egipto, ¿a quién fue vendido?

2. ¿Qué posición llegó a ocupar José en la casa?

3. ¿Por qué José acabó en la cárcel?


4. ¿Por qué crees que José tenía tanta cercanía con Dios?

5. ¿Por qué prosperaba todo lo que hacía José?

6. ¿Crees que era trabajador, o esperaba que Dios le solucionase las cosas sin trabajar?

7. ¿Crees que sería triste o alegre?

8. ¿Qué sueño tuvo faraón?

9. ¿Cuál fue la interpretación que le dio José?

10. ¿Qué tendría José que inspiraba tanta confianza a Potifar, al carcelero, al faraón…?

LA HISTORIA DE JOSÉ 3. EL REENCUENTRO CON SUS HERMANOS

Y llegaron los hermanos de José a Egipto a comprar trigo. Ellos se aproximaron y se arrodillaron delante de José, pero no lo reconocieron. Había pasado mucho tiempo, José ya era un hombre y estaba muy diferente a aquel jovencito que ellos habían vendido. Pero José los reconoció inmediatamente aunque no dijo quien era.

“¡Vosotros sois espías que habéis venido a conocer las partes no fortificadas de esta tierra!” les dijo, y les hizo muchas preguntas acerca de quiénes eran, de dónde procedían y sobre su familia como si desconfiara de ellos. Atemorizados sus hermanos respondieron: “¡No, señor mío, solo hemos venido a comprar alimentos, somos gente buena! Éramos doce hermanos en la tierra de Canaán, el más pequeño se quedó allí con nuestro padre y el otro no vive ya” 




Pero José les dijo: “Para probar si decís la verdad tendréis que traer a vuestro hermano menor; uno de vosotros irá a buscarlo y los demás permaneceréis aquí prisioneros” Y los hizo meter juntos en la cárcel durante tres días. Pero al tercer día José cambió de planes movido por el amor a los suyos, que todavía conservaba, y, sin darse a conocer, les dio la orden de partir hacia su tierra para remediar el hambre de sus familias con la condición de que se quedara sólo uno de ellos hasta que viniera su hermano menor, Benjamín. 


Ellos se entristecieron y hablaban entre sí diciendo: “Este es el castigo que Dios nos manda por haber vendido a nuestro hermano José”

Ellos creían que José no les entendía cuando hablaban, pero lo entendía todo aunque a ellos les hablaba por medio de un intérprete para disimular.



José se emocionó y se tuvo que retirar para llorar sin que sus hermanos lo vieran. Luego eligió a Simeón para que se quedara y le puso cadenas de prisionero ante la mirada afligida de los otros.



José, que quería beneficiar a su familia y a su padre, mandó que llenaran sacos de trigo, que pusieran dentro de los sacos el dinero de cada uno y que les dieran provisiones para el camino. Ellos cargaron el trigo sobre los asnos y partieron para la tierra de Canaán.
Al llegar la noche, uno de los hermanos abrió un saco para dar pienso a los animales y descubrió que en la boca del saco estaba todo su dinero. ¡Se quedaron estupefactos! Y se preguntaban: “¿Qué es esto que hace Dios con nosotros?”
Llegaron a su casa y contaron a su padre cuanto les había sucedido; luego, al vaciar los sacos, encontraron el resto del dinero. Entonces se llenaron de temor. Jacob les dijo: “¡Vais a dejarme sin hijos! José desapareció, Simeón desapareció, ¿y vais a llevaros ahora a Benjamín? ¿Por qué le habéis dicho a ese egipcio que teníais otro hermano? Judá respondió: “Aquel hombre nos preguntó insistentemente sobre nosotros y sobre nuestra familia, y nos dijo: “¿Vive todavía vuestro padre? ¿Tenéis algún otro hermano?” Y nosotros contestábamos a las preguntas sin imaginar lo que nos iba a pedir. Padre, deja que el pequeño venga conmigo, yo te respondo de él”.

Jacob no tuvo más remedio que ceder, pero les dijo: “Tomad de los mejores productos de esta tierra en vuestro equipaje y llevádselos al hombre aquél como regalo, devolved también el dinero que trajisteis y llevad más dinero, pues quizá haya sido un error. Que el señor Dios omnipotente os haga hallar gracia ante ese hombre para que deje volver a vuestro hermano Simeón y a Benjamín.
Llegados de nuevo a Egipto y viendo José a todos sus hermanos, dijo al mayordomo: “Prepara una buena comida y llévalos a mi casa porque comerán conmigo a mediodía” Los hermanos, al enterarse, sintieron miedo y decían: “Es por lo del dinero que volvió en nuestros sacos por lo que nos traen aquí para hacernos esclavos suyos” Así que dijeron al mayordomo: “Perdone señor, nosotros vinimos a comprar víveres y al regresar encontramos el dinero en nuestros sacos pero lo traemos de vuelta y también traemos más dinero para comprar más trigo; no sabemos quién puso el dinero en nuestros sacos” El mayordomo contestó: “Que la paz sea con vosotros, no tengáis miedo, ha sido Dios, el Dios de vuestro padre el que os puso ese tesoro en los sacos, entrad en la casa y lavaos los pies porque vais a comer con mi señor”

Cuando entró José se postraron rostro en tierra ante él y le ofrecieron los regalos que traían. Él les preguntó: “¿Estáis bien?, vuestro padre, de quien me hablasteis ¿está bien?, ¿vive todavía?” Ellos le contestaron afirmativamente. José alzó los ojos y vio a Benjamín, su hermano, hijo de su misma madre, Raquel, y dijo: “¿Es éste vuestro hermano menor?, y añadió: “Que Dios te bendiga, hijo mío” Se conmovió por dentro y buscó un lugar donde llorar sin que le vieran ellos, retirándose a su habitación.
Durante la comida sentaron a los hermanos delante de José por orden, de mayor a menor, y se miraban unos a otros atónitos por lo que les estaba sucediendo,pues sabía perfectamente el orden. A Benjamín le pusieron una ración de comida cinco veces mayor que a los demás, pero todos comieron en abundancia y bebieron y estuvieron muy alegres en compañía de José.
Al marcharse de nuevo para su tierra, José dio orden a sus criados de poner el dinero en la boca de los sacos como la vez anterior,pero también ordenó que dentro del saco de Benjamín pusieran una copa de plata juntamente con el dinero.

Y cuando ya se habían ido dijo José al mayordomo: “Anda, sal en persecución de esas gentes y cuando los alcances diles: ¿Por qué habéis obrado así, devolviendo mal por bien? ¡Habéis robado la copa de plata en la que bebe mi señor!”

El mayordomo salió con soldados en busca de los hermanos y cuando los alcanzó, los detuvo y, siguiendo las instrucciones de su amo, les acusó de robar la copa de plata. Ellos, asombrados le contestaron: “Si hemos devuelto a tu señor el dinero que habíamos llevado a nuestra tierra, ¿cómo íbamos a querer robar plata ni oro de tu señor?, si la copa la tiene alguno de nosotros, que muera y todos los demás seamos llevados como esclavos de tu señor”

Bajaron los sacos de los asnos y los fueron abriendo comenzando por el hermano mayor. Cuando Benjamín, el pequeño, abrió el suyo, apareció la copa de plata ante la mirada espantada de todos los demás. El mayordomo los obligó a regresar a Egipto, y llegando ante José cayeron de nuevo rostro en tierra. José les dijo: “¿Qué es lo que habéis hecho? ¿No sabíais que tengo poder de adivinar las cosas?” Judá contestó: “¿Qué vamos a decir a mi señor?, ¿cómo hablar, cómo justificarnos? Dios nos ha castigado y somos esclavos tuyos”

Pero José contestó: “Solo será mi esclavo el que tenía la copa, los demás podéis marcharos” Pero Judá, abatido, le suplicó que dejara libre a Benjamín pues si no regresaba, su padre se moriría de pena, y le recordó cuánto le había apenado a su padre perder al otro hermano hacía muchos años. Se ofreció a quedarse él como esclavo en vez del pequeño y le decía: “¿Cómo voy a poder yo regresar a casa de mi padre si no llevo al niño conmigo? No, que no vea yo la desdicha en la que caerá mi padre”.

José, viendo que ya no podía contenerse más, ordenó que salieran todos de su presencia menos sus hermanos, y cuando ya se quedó solo con ellos les dijo entre lágrimas: “¡Yo soy José!, vuestro hermano, ¿vive todavía mi padre?” Pero sus hermanos se llenaron de terror ante él y no sabían qué contestarle. Él seguía llorando y les tranquilizó: “¡Acercaos a mí!”, les dijo. 

Se acercaron; José les habló con ternura: “Yo soy José, vuestro hermano, a quien vendisteis para que fuese traído a Egipto; pero no os aflijáis y no os pese haberme vendido pues para vuestra vida y salvación me ha traído Dios aquí antes de vosotros. ¡Sí!, es Dios quien me trajo y me ha hecho amigo del faraón, y señor de toda su casa, y me ha puesto al frente de toda la tierra de Egipto. ¡Corred y decid a mi padre: Tu hijo José está vivo! Contadle cuánta es mi gloria en Egipto y traedle aquí sin tardar. Quedan todavía cinco años de hambre pero aquí conmigo no pasaréis hambre. Traed también a toda vuestra familia”. Y se echó sobre el cuello de Benjamín, su hermano pequeño, y lloraron los dos. Luego besó y abrazó al resto de sus hermanos y se quedó un buen tiempo hablando con ellos.

Cuando el faraón se enteró de que José había encontrado a sus hermanos se alegró muchísimo y le dijo: “Di a tus hermanos que carguen sus asnos con lo que les haga falta, que vayan a vuestra tierra y traigan a vuestro padre, y que traigan a sus familias; que no sientan pena por dejar sus cosas porque aquí tendrán abundancia, les daremos lo mejor de la tierra de Egipto. Que se lleven carros para traer a todos”

José les dio vestidos nuevos, y a Benjamín trescientas monedas de plata y cinco vestidos. Cargaron los asnos con lo mejor de Egipto y otros diez asnos con trigo y alimentos para el camino de regreso; después despidió a sus hermanos diciéndoles: “No vayáis a reñir durante el viaje”.

De regreso en la tierra de Canaán, los hermanos de José contaron a su anciano padre, Jacob, que José estaba vivo y que era el jefe de toda la tierra de Egipto. Y aunque él, en un principio, no les creyó; cuando vio los carros del faraón y los asnos con tantos presentes de parte de José se reanimó y decidió ir a Egipto a encontrarse con su querido hijo antes de morir.

Así pues, partió Jacob con todo lo que tenía al encuentro de José. Por el camino, Dios le habló en una visión nocturna y le dijo: “Jacob, Jacob, yo soy Él, el Dios de tu padre. No temas bajar a Egipto pues yo te haré allí un gran pueblo. Yo iré contigo y más adelante te haré regresar. José te cerrará los ojos”

Jacob siguió ilusionado su camino; le acompañaban todos sus hijos con sus mujeres y todos sus nietos, sus ganados y los bienes que habían adquirido en Canaán. En total eran unas setenta personas las que viajaron a Egipto.

Cuando ya estaban cerca, se adelantó Judá para avisar a José de la llegada de la comitiva. E hizo José preparar su carro y subiendo en él se fue al encuentro de Jacob, su padre. En cuanto le vio, se echó a su cuello, y lloró largo tiempo. Jacob dijo a José: “Ya puedo morir, pues he visto tu rostro y vives todavía”


José presentó su familia al faraón, quien se alegró y le dijo:”Tu padre y tus hermanos han venido a ti; tienes a tu disposición toda la tierra de Egipto. Te recomiendo la tierra de Gosén, que es la que tiene mejores pastos para los rebaños”

Y habitaron en aquella región por muchos años creciendo y multiplicándose, formando grandes familias que luego se convirtieron en tribus, y que heredarían la promesa de la tierra futura, promesa hecha por Dios a sus padres.

Aunque Gosén era una tierra muy fértil dentro de Egipto, no es la que Dios tenía reservada para el futuro pueblo descendiente de Israel.

Murió Jacob muy anciano bendiciendo a sus doce hijos y a los descendientes que vinieran; también a los hijos de José, Efraín y Manases, para que tuvieran parte en su herencia. A su hijo Judá, que había demostrado mayor bondad con su padre y mayor celo y renuncia personal en favor de sus hermanos, le encomendó particularmente que ejerciera la autoridad sobre las tribus hermanas, “Hasta que venga Aquel a quien Dios ha destinado, a quien darán obediencia todos los pueblos”.

Es una clara referencia al Mesías que habría de venir investido de la autoridad de Dios. Por eso, el futuro Mesías, Jesucristo, el Hijo de Dios hecho hombre, nacería de la descendencia de Judá (Recuerda que Jesús era judío).

Embalsamaron el cadáver de Jacobl como hacían los egipcios para conservar el cuerpo. Luego lo llevaron a enterrar a la tierra de Canaán, en el mismo sepulcro de Abraham, su abuelo y de Isaac, su padre.

José envejeció y murió feliz, recordando a sus hermanos que Dios no se olvidaría de su promesa y que el destino de su pueblo sería volver a la tierra de Canaán, la tierra prometida, y que cuando eso sucediera, llevasen su propio cuerpo para darle allí sepultura. .

Los restos mortales de José fueron sacados de Egipto por Moisés cuatrocientos años más tarde y depositados en Siquém, en el campo que había comprado Jacob, su padre, y en el mismo lugar donde Jesús, siglos después, se encontró con la mujer Samaritana.